5/3/13

Dijeron que la flota quedaría amarrada, que había que atar todo lo que pudiera volar, que llegaría a una velocidad de ciento sesenta kilómetros por hora, que se trataba de una ciclogénesis explosiva, la hostia, la tormenta perfecta. Dicen que el peligro es una espita del deseo, que toda esa adrenalina que produce el miedo hace que uno pueda enloquecer de impudicia y lujuria… No lo sé, solo sé que el viento empezó a golpear los cristales como nunca, que arrastró agua y barro y peces muertos, que parecía que iba a levantar la casa sobre un cuerno de infinito poder, que ahí afuera alguien soplaba una trompeta como si fuera el mismísimo diablo y que parecía que llegaría el puto Apocalipsis de un momento a otro. Creo que por eso ambos nos buscamos por la casa, sin mediar palabra, como si nuestros cuerpos supieran de antemano qué había que hacer. Nos arrancamos la ropa y comenzamos una cópula frenética y desesperada. Medios desnudos nos besamos, veloces y violentos, absortos y perversos, apresando nuestra carne con desesperación, sin tiempo para sensualidades ni preliminares.

No hay comentarios: